Profesora Carmen E. Irizarry Castillo (Doña Miya)
Da Miya, como todos la conocen, nació el 7 de noviembre del 1917 y falleció el 18 de enero de 2011. Se perdió un ser extraordinario, llena de bondad y misericordia para todos. Hija de Don Jerónimo Irizarry Toro y Doña Teresa Castillo, padres que le ofrecieron mucho amor y bondad, cualidades que heredó.
Se casó muy joven con Don Orlando Irizarry Morales, de quién tuvo una hija Ángela Teresa Irizarry Irizarry, conocida por todos como Tere.
Tuvo seis hermanos: Álida, Rina, Estela, Aliada, Chacho, Nabún y un hermanito que murió al nacer. Fue criada mayormente con su abuela Doña Ángela, quien le inculcó su fe cristiana, perteneció a la Iglesia Prebisteriana. Cuando murió su mamá, Doña Teresa abrazó la religión católica.
Desde muy joven se interesó en educar. Teniendo a Tere muy pequeña, estudió en la Universidad de Puerto Rico y se hizo maestra. Enseñaba español y estudios sociales en la Escuela Luis Muñoz Rivera, de la cual más tarde fue Directora.
Fue maestra en todas las áreas que cubre al ser humano. Enseñó a los alumnos a ser sinceros, a decir siempre la verdad, a comportarse con dignidad, a saber los valores tradicionales del comportamiento del ser humano.
Vivió su fe religiosa, siempre ayudando a los demás, siendo generosa con todo el mundo y practicando las enseñanzas de cristiandad.
Fue maestra de maestros. Enseñaba a sus alumnos las buenas costumbres, decencia y los valores tradicionales.
Fue maestra de su hija, sus nietos, de sus sobrinos y a todos los trató con la misma firmeza que a los demás estudiantes. Hoy en día, todos son profesionales.
Era tan recta que su filosofía de vida era, que la ley comenzaba por la casa. En una ocasión, su nieto Aníbal Lugo, se peleó en la escuela con otro compañero, y a pesar de que no fue su culpa, suspendió tanto a su nieto como al otro compañero, por la pelea que tuvieron. A partir de ese momento, hasta que se retiró, nunca más se vio una pelea en la escuela. Lo suspendió tres días.
No era tan sólo Directora que se encerraba en su oficina. Continuamente, supervisaba los profesores y estudiantes, verificando que en la escuela hubiera el debido respeto hacia las jóvenes, de parte de los varones y que el estudiantado estuviera estudiando adecuadamente y en sus salones de clase. En otra ocasión, se percató de que un estudiante que llevaba buenas notas, dejó de ir a la escuela, ella se persona a la casa del estudiante y se percata de que el estudiante vivía en condiciones no adecuadas y que no tenía dinero para transportarse, de su vivienda a la escuela, ya que no había guagua escolar por ese lugar. Ella procedió a darle dinero semanal de su bolsillo, para que tuviera dinero suficiente para pagar el carro público y poder llegar a la escuela. Hoy en día, aquel niño, es un gran profesional. Gracias a su labor como educadora, han sido muchos los profesionales que le dan las gracias por los que son hoy en día. Eso demuestra el legado que dejó.
A Carmen Emilia Irizarry Castillo se le conocía como Doña Miya. También la conocían como el “Aquila Negra” ya que desde que sus padres murieron mantenía su luto. Y dicho sobrenombre, era conocido en la escuela Luis Muñoz Rivera, no a modo despectivo y sí a modo de mucho respeto.
En el tiempo que fue Directora, nunca hubo, a lo sumo uno o dos embarazos entre las niñas. Ella se iba detrás de las muchachas que se reunían en el parque, cerca de la escuela, las iba a buscar y las regresaba a estudiar.
Como hija, fue intachable al igual que como esposa. Luego de que salía de su trabajo en la escuela, ayudaba a recoger taquillas, en un cine que tenía su papá, Don Jerónimo Irizarry, y luego le ayudaba a cuadrar la caja hasta tarde en la noche.
A su esposo, Don Orlando Irizarry, lo ayudaba en el negocio que éste tenía, o lo seguía al principio, a donde era trasladado, ya que fue policía. Don Orlando Irizarry, fue un líder comunitario, quien hizo mucho bien por Lajas.
Sus nietos el Lcdo. Aníbal Lugo y la Lcda. Carmen Teresa Lugo, son hoy en día dos destacados abogados y la última juez.
Doña Miya, crió a su bisnieta Diana Sofía Arroyo Lugo, desde que nació, para que su mamá Lcda. Carmen T. Lugo, pudiera trabajar y seguir estudiando. La ayudó, además, con su otra bisnieta Laura Arroyo, quien hoy en día es también abogada.
Después de la muerte de su esposo, Don Orlando (14 de septiembre de 1988), se dedicó a ayudar a la Iglesia Católica, a la cual pertenecía. Llevaba los padres (curas) a los campos, enseñaba el catecismo a los niños y los ayudaba.
Dio clases en su juventud, de maestra elemental y creó un círculo de Historia. Luego de la muerte de su esposo, sufrió un derrame cerebral y dos infartos, situación que venció, pero dejando su corazón muy débil. Al momento de su muerte, no sufrió y murió con una sonrisa en su rostro y con la paz que tienen los grandes de corazón.